¿Cerca o demasiado cerca?
Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo.
Jorge Luis Borges
Después de ser muy comentado que se acercaba mucho a mujeres y a niñas, el exvicepresidente de Estados Unidos, ahora presidente Joe Biden, dio a conocer en plena campaña un video en el que habló del espacio personal. Decía: “Las normas sociales han comenzado a cambiar, se han transformado y se han establecido nuevos límites a las fronteras del espacio personal, y así lo entiendo”. Con esto, Biden trataba de defenderse y de responder a las acusaciones hechas por mujeres a quienes incomodó por haberse acercado de más y por haberlas tocado de un modo que sintieron inapropiado.
Se han hecho varios estudios sobre la dinámica del espacio personal y del tacto. Cada persona tiene un espacio que considera personal y su manera de sentir si el contacto físico es correcto o no en esa interacción.
El espacio personal es como una burbuja imaginaria alrededor de cada uno de nosotros en donde nos sentimos cómodos, y no cualquiera puede atravesar ese espacio.
En la década de los 60 el antropólogo estadounidense Edward Hall explicó las bases de esta necesidad del ser humano de establecer el espacio social y le dio el nombre de proxémica.
Todos reservamos a nuestro alrededor una zona de entre 15 y 46 centímetros, que el científico llama "espacio íntimo"; es el espacio que más protegemos y se reserva para amigos cercanos, pareja y familia. El "espacio personal", de 46 a 120 centímetros, es apto para conocidos y colegas; es la distancia en la cual se ubican generalmente las personas en una conversación. Después está el "espacio social", de 1.20 a 3.60 metros: es la órbita apropiada para extraños o nuevos colegas. Finalmente, el “espacio público”, que es de más de 3.60 metros y es la distancia usada cuando nos dirigimos a un auditorio o a un grupo numeroso de personas.
Nadie debe entrar en tu espacio íntimo ni personal sin tu consentimiento.
Esta información está presente en nosotros, así está cableado en nuestro cerebro como protección y es parte de nuestra seguridad espacial.
Las regiones cerebrales, como la amígdala –que registra amenazas–, se activan automáticamente cuando alguien cruza un límite. Así se explican las reacciones de las niñas y las mujeres que pusieron cara de incomodidad o el brazo o el hombro como barrera de protección cuando sintieron ese acercamiento de Joe Biden que rebasaba las distancias correctas.
A veces no podemos controlar este manejo de las distancias personales. Por eso cuando entramos a un elevador y nos vemos forzados a estar más cerca de lo que quisiéramos con algunos desconocidos, tratamos de poner distancia visual: miramos al techo, al piso o al celular. Todo depende del contexto: también nos pasa que en el transporte público nos vemos obligados a estar más cerca de lo que nos hace sentir cómodos y usamos barreras como el brazo, la bolsa o un suéter para establecer fronteras, porque nos sentimos vulnerables. En cambio, en un concierto, en donde entiendes que para estar ahí vas a tener que estar muy cerca de todos, racionalizas esa cercanía como parte del evento al que decidiste acudir.
A partir de la pandemia fuimos más conscientes de estos manejos de las distancias y, a veces, aunque quisiéramos estar cerca de papás o abuelos, sabíamos que ese acercamiento podría representar un riesgo y buscamos formas para que, a pesar de la distancia, los corazones se acercaran.